·       Cualquiera habría dado por cierta la existencia de la magia en una pareja como ésa; no me habría sorprendido en lo más mínimo de ver aparecer a Blanca Nieves con una manzana en la mano, o ver que un unicornio se detuviera a mordisquear los rosales.  Edward siempre había pensado que él formaba parte del mundo de los cuentos de terror, pero claro, yo sabía que estaba completamente equivocado. Era obvio que él pertenecía a este lugar, a un cuento de hadas. Y ahora yo compartía el cuento con él.